Nave agrícola pasa
Si miro el horizonte
hay una canción ahí.
Las casas me guiñan el
ojo
a un ritmo entumecido
pero constante.
En un momento aparece:
una melodía de cuerdas
de nylon
y una gran nave se
desplaza,
como comiéndose el
recreo del cielo.
Después veo humo,
restos de maquinarias,
campos en concilio.
No hay tranquera que
apuntale:
se desplaza una
nodriza.
Adentro de las casas
la gente se duplica.
Cada tanto un
montecito que da gusto.
Pero insiste una
cerrazón de árboles
(concilian,
concilian).
Los pinos saben qué es
lo que pasa.
Cargan y apuntan.
Están llenos de
lechuzas agrupadas.
De repente el campo no
dice nada.
Es arena movediza.
Inútil mirar al cielo,
no hay nada, no hay
nada.
Las estaciones de
servicio y las parrillas
son actrices
internadas por drogas,
ahora limpias e
intactas.
Las luces del
horizonte
siguen ahí en su
polirritmia.
Y basta, ya está.
No está más la
nodriza.
He arribado.
Ascensión
En el cielo hay dos
arcoiris.
Uno redondo alrededor
del sol.
El otro es replique
del primero.
Se aleja un cuarto,
marcado.
Nadie se da cuenta en
todo el micro.
Cuando las cosas
suceden
están quienes ven
y quienes no ven nada.
Yo creo que invaden.
Algo baja como proceso
químico.
Entre la nave y la periferia
urgen unas nubes.
Hay un arcoiris
alrededor del sol.
¿No es eso un signo de
lujuria?
Yo creo que voy a
morir así.
Ruta 375 Nevada (EEUU) |
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