Vengo del cementerio y
es primavera.
Las flores se
encarecen en los días especiales.
Pero hoy le compré las
más lindas
las más anaranjadas y
amarillas
al chico apostado en
la esquina.
Es un paso crucial
para vender flores.
Tiene un canasto de
mimbre
con todas las que uno
quiera.
En la venta del
cementerio
compré un ramo más
para completar la
fiesta.
Es el día de los
muertos.
Cargada de flores me
preparo.
El aliento se
distribuye
mientras combino los
ramos.
Las lápidas son
materia
que se dibuja muy
lento.
Atrás los que se
desvisten
son como refucilos,
como botones
que bailan sueltos de
cuerpo.
Todas las flores del
mundo
no son nada más que
flores.
Por los pasillos, en
los malvones
en el retro de los
molinillos
saturando todos los
colores
hay una fiesta.
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