miércoles, 25 de abril de 2018

Lo que diremos frente a nuestras obras

El domingo pasado cerramos con Carina Radilov Chirov la muestra "Los trofeos te encuentran estando solo", fotografías y objetos de Gastón Cerbino y Pablo Cainero, para el Proyecto Fuga, en la galería de arte de les proyectistas, Cecilia Sosa, Florencia Palacios y Ezequiel Ravazzani (Salta 2641). Lo que sigue es el texto que leí.


Inicio. Lo primero que quiero contar sobre la muestra es que pensé que como santafesina, conozco por fuera esta galería. Casi nunca entré, pero sé que existe. Es algo típico de acá: mirar de afuera. Lo segundo: vine a ver la muestra con mi hijo León de dos años y medio, y pude hacer dos cosas: entrar en un ritmo de cápsula espacial, quieto, austero, limpio e infinito, y mirar sin detenerme mucho tiempo en cada objeto, es decir, no me pude sustraer a la atmósfera cero: mi hijo hizo lo que hacen todos los niños, interactuar con los objetos.
Me detengo brevemente en lo que hizo León, que no fue tan distinto a lo que yo hice, después de todo: hizo sonidos de sorpresa al entrar (ahhhhhhhhhhh!!!!), abrió las mediasombras blancas y subió corriendo las escaleras, se agachó a mirar la imagen en el piso, y quiso llevársela, y también quiso llevarse la piedra dorada mientras pisaba la hoja negra con marcas blancas ubicada a los pies de la piedra. Por último, impedí que se colgara de una de las mediasombras, pero no pude impedir que la desprendiera del techo.
Quiero decir: ¿qué hace uno en una galería? Yo digo: un adulto se suspende. Un niño interactúa con los objetos. A pesar de que luego Cecilia y Florencia me enviaron las imágenes y las ví por la pantalla, deteniéndome un poco en cada una de ellas, tomo algo del juego de mi hijo (sabemos que siempre el juego restituye algo, y lo transforma) y digo: yo también quise arrodillarme hasta la imagen desamparada sobre el piso, y también quise llevarme la piedra dorada. De verdad quise llevármela, como si fuera una astronauta pisando un terreno nunca pisado antes por ningún ser viviente. Voy a decir algunas cosas sobre la experiencia de mirar esta muestra. Esta muestra invocó en mi cuerpo y mi memoria algunas palabras: tesoro, desamparo, deshecho y cápsula espacial.

El trofeo cambiado por el tesoro. Me pregunto por qué cambié la palabra trofeo por tesoro, supongo que para mí encontrar esta galería, esta muestra, fue buscado pero imprevisible, y un trofeo no es algo imprevisible sino del orden del entrenamiento. Pienso que todo arte supone eso: entrenarse, premiar ese entrenamiento. Para mí como espectadora esto es un tesoro, para los artistas, es un hacer.

El desamparo abrazado. Pensé en esta palabra como lugar de potencia, no de soledad, aunque la muestra use la palabra “solo, soledad” en su título. Hay una cita de Roland Barthes sobre esto que ilumina. Barthes escribe un fragmento titulado “Un recuerdo de infancia”, donde habla de la experiencia del desamparo. Explica el recuerdo de estar jugando con otros niños en un pozo excavado en la tierra para construir los cimientos de las casas. Todos los chicos del grupo salen del pozo pero él no; y describe así cómo se sintió: [..] desde el suelo, desde arriba, se mofaban de mí: ¡perdido!, ¡solo!, ¡mirado!, ¡excluido! (estar excluido no es estar fuera, es estar solo en el hoyo, encerrado a cielo abierto: repudiado); vi entonces a mi madre que acudía a toda prisa; me sacó de allí y me llevó lejos de los niños, contra ellos” (Roland Barthes por Roland Barthes, Trad. Julieta Sucre. Barcelona, 2004, 163).
Lacan decía que hay una cadena de significantes siempre roto en el decir. Cuando el arte dice,  recompone esta cadena. ¿Qué dicen estas obras para mí? ¿Qué recomponen? Plástico, flores rotas, rasgado, agujeros sobre paredes, aire o agua que dan movimiento a las bolsas enormes, una remera como un ánima sobre varas, la palabra “fuerte” en un retazo rasgado de un periódico sobre una grieta del cemento, niebla, imágenes desdibujadas, cemento porland tapando  unas imágenes coloridas en la pared, pedazos olvidados de finales de obras en construcción o restos de una casa que se trasladó de espacio. Elementos que dibujan una gramática del olvido de los seres humanos, lo que nadie quiso cuando todos se han ido. Los restos de la civilización sobre los restos de la civilización. No son restos contaminados. Son cosas dejadas de usar, a veces en movimiento por el clima o la mano de otros humanos que las marcaron para dejarlas descuidadas, inactivas, en stop. Alguien quiso irse a vivir a otro lado. Los restos de una mudanza.
Vuelvo a Barthes y a Lacan. Dicen: el desamparo existe porque alguien restituye. Yo pienso cuando miro estas obras: sobre los restos de los restos del capital hay fe. Hay fe en estas imágenes y objetos. Es difícil hablar de fe en el arte pero no hablo de iglesias sino de lo que aparece cuando se mira el desamparo. Si las obras de Pablo y Gastón muestran el desamparo de las cosas es porque están mirando ese desamparo. Están viendo, o quieren ver, eligen lo que otros dejaron, para restituir algo en forma de signo. Sobre la aplanadora capitalista, sobre la cinta de serie de la máquina reproductora de cualquier cosa, la disrupción del que ve los desechos como una posibilidad de los habitantes de este planeta. Esa restitución la asimilo al amor por el signo humano desvalido.

El deshecho rescatado de su desamparo

NAPALM
¿Cómo escribir después del napalm? Pregunta el poeta Hu a Giap.
No se escribe después. No se escribe antes. Lo importante es escribir entre el napalm. Eso es lo difícil. Eso es lo que hacemos. Eso es lo necesario. El napalm no se detiene. Nosotros tampoco. La revolución es el napalm.
: el napalm es hoy.
Mariano Dubin, en Giap y otros poemas. Poeta contemporáneo. La Plata.

Los restos de los restos son rescatados por el ojo que no desampara. Acá está la visión del artista, que no alhambra un campo, no cierra, mira para desalambrar, como dice la canción roja de Viglietti. En estos restos desvalidos de la mano que obró sobre ellos pero que deja expuesta un uso anterior y un trabajo obrero anterior, estas imágenes que se muestran desvalidas, ya no es el capital el que las pone en circulación sino el ojo del artista. La obra como signo convocante de los cuerpos humanos: hay que estar presente en los lugares donde nadie quiere estar. También es un imperativo estar allí porque la humanidad también es esto, lo que otros han dejado sobre las cosas, lo que otros han hecho con esas cosas.

La cápsula espacial: ternura sobre el planeta tierra. El dorado de las piedras, como pudo haberlas visto el Mayor Tom de la Odisea Espacial de David Bowie mirando el planeta tierra todo azul, o como las pudo haber visto el Capitán Beto de Spinetta sobrevolando las órbitas de su nave solitaria.
Yo soy una chica de los ‘80. Cuando estaba en la primaria tenía un rompecabezas enorme de 100 piezas con la imagen de Neil Armstrong en su primer salto en la luna, de frente a la cámara, en el reflejo del casco se ve el cuerpo de su compañero. En la primaria también ví E.T. y Encuentros cercanos del tercer tipo y desde ese momento no dejo de mirar, aún hoy, el cielo cuando puedo. También observo a mis congéneres, no a todos ni todo el tiempo pero los miro, para ver si los aliens están entre nosotros. Crecí con ese relato: podíamos conquistar el espacio y otras vidas existían. Luego, todo se deshizo: la amenaza Alien era algo que padeceríamos, seríamos comidos como bocaditos por lagartos vestidos de humanos y únicamente la Sargento Ripley podría enfrentar y abortar un Alien. Después ví por la tele el desastre nuclear de Chernobyl y la explosión del Challenger con todos sus tripulantes dentro.
Si hay un trofeo (en mi caso, tesoro, me gusta mucho más esa palabra) es porque lo que se mira antes de desaparecer (antes de sacar una foto, antes de dejar un rastro, antes de) no es otra cosa que lo que otros humanos como yo han hecho. La soledad de la que habla el título de la muestra, la soledad del que mira y decide restituir la pérdida. Es la soledad de David no frente al universo sino frente a Hall 9000 en la Odisea de Kubrick. ¿Hay otra escena de mayor soledad que la de este hombre contemporáneo, desconectando a Hall enloquecida, que suplica una y otra vez que no lo haga? ¿Habrá mayor tesoro que encontrar nuestra propia Hall que nos hable durante nuestro viaje?

Cierre. Vuelvo a la piedra que quiso llevarse mi hijo y que yo también me llevaría. La máscara, el revoque, cierto maquillaje es signo de la ternura de la humanidad: por eso la piedra dorada es mi obra favorita de esta muestra.
Si fuera una astronauta miraría los objetos como lo fotografían o conciben estos dos artistas: desde la posibilidad del desamparo, desde el amor al desecho, desde la soledad de un planeta colgado acá, obra humana, fría, aislada, tierra, tierra, planeta tierra, planeta. Cualquiera de las obras de estos dos artistas generan orfandad y luego familia. Es la idea central de los capitanes de las naves.

Dice Bowie: Aquí estoy sentado en esta lata de aluminio/ lejos, encima del mundo/ el planeta tierra es azul/ y no hay nada que pueda hacer. For here I am sitting in a tin can/ far above the world/ planet earth is blue/ and thers nothing I can do.

Dice Spinetta: Donde está ese lugar/ al que todos llaman cielo/ si nadie viene hasta aquí/ a tomarse unos amargos como en mi viejo hogar/ porque habré venido hasta aquí, si no puedo más de soledad/

¿Qué diremos frente a nuestras obras?



(lee Cari sus poemas frente a las obras)








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